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Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme
en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!
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Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.
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Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas,
aún los racimos arden picoteados de pájaros.
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Oh la boca mordida, oh los besados miembros,
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.
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Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos.
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Y la ternura, leve como el agua y la harina.
Y la palabra apenas comenzada en los labios.
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Pablo Neruda.





