Cyclope, de Marine Duchet, es un cortometraje animado, producido por Octopus Collective, que destaca por una ‘acuarelesca’ estética.
Éste narra la historia de un joven que se encuentra con la posibilidad de introducirse en la mente de su novia.
Tras atravesar un latente portal súbitamente dibujado en el entrecejo (tercer ojo) de su chica, nuestro protagonista se sumerge en un, presumo, inolvidable recorrido. Guiado por brillantes peces ‘menstruales’, desciende por espontáneas escaleras y atraviesa aguaceros dorados. Los lobos se baten con fiereza, los desiertos son cosmos, y posteriormente la escena se cubre con un uteril y sombrío manto. Ellos dos se encuentran, ella lo guía, juntos escalan, arquetípicamente, una montaña. Él resbala, ella lo salva, las gotas son estrellas fugaces y finalmente alcanzan la cima. Ella abre una puerta, se entrega al vacío. Él se asoma y tal vez comprueba que es la puerta de su propia mente.

Y recordando la didáctica forma del Ouroborus, nos damos cuenta de que el viaje a la mente de alguien más no puede ser más que un recorrido por la mente propia.

Quizá todas las mentes son sólo una, quizá no existen otras mentes, todo es la nuestra, no hay más realidad fuera de tu cabeza que el vacío (shunyata), el resto es simplemente un autopatrocinio mental.

Cyclope