Mundos animados y globos rojos

Alguien me había dicho: en cuanto puedas, ve a verla: ES UN POEMA. Claro, a los 16 años, salvo que uno se llame Baudelaire, esa no es una buena referencia ¿Un poema? un poema es algo … bueno, ya saben, algo insípido.

Pero, en aquellos tiempos, uno de mis pocos placeres era meterme en un cine, solo, a disfrutar de la ceremonia de la oscuridad y de la luz que, si tenía suerte, me sacaba de este mundo y me transportaba a cualquier otro, a una de esas realidades que siempre son mejores que las que nos rodean.

Y así fue. La casualidad hizo que viera esta película por primera vez hace tantos, tantos años años que ya ni recuerdo dónde. Era sólo un complemento, un cortometraje de menos de 40 minutos puesto para rellenar algo más.


Y entonces …
un niño solitario encuentra un globo rojo …
quizá …
un globo rojo encuentra a un niño solitario.

Globo y niño van descubriendo las calles de París, juegan sin hablar …

Un siglo después, vuelvo a verla y no puedo dejar de sentir más o menos las mismas cosas que aquella vez. Si existe algo parecido a un poema visual, El Globo Rojo es el ejemplo más claro. Una historia que puede resumirse en un par de oraciones y luego, sólo imágenes que nos inundan con algo que no es sencillo de describir, algo que es parecido a la tristeza absoluta.

Tristeza por saber que nunca, he tenido el privilegio de merecer la amistad de un globo rojo.
Creo que pocas veces he sentido la inexistencia del tiempo al ver una película. Pocas veces he hecho silencio interno y me he dejado ir hasta terminar siendo parte del paisaje, incluída en esa maravillosa fotografía, viviendo la trama simple y profunda tal como son las viviencias de los niños, sintiendo en mi interior todas esas emociones. Fui niña conectada con mi propia infancia y me incluí en la la magia que envuelve esta película maravillosa.
Estuve en el corazón del niño, en su alegría, en su fortaleza y en su angustia cuando los otros niños querían ese globo. Ellos no comprendían esa magia, lo asocié a la externalidad, a cuando uno quiere solo poseer lo que ve, sin comprender lo que un simple globo puede representar. Vi también a ese mundo adulto que ya no es capaz de jugar porque es serio y tiene cosas mas importantes que hacer.

Otras veces fui globo, ese hermoso globo animado de sentimientos humanos, solidario, compañero, amistoso, que representa los valores y sueños mas inspirados.

Recordé mis propios juegos de pequeña y mis diálogos con mi amigo secreto, aquel personaje interno que es invisible para los ojos que no saben de magia, pero que es tan verdadero para la mirada de un niño. El globo rojo era como mi amigo invisible, ese que acompaña el desarrollo de la emocionalidad infantil, y primer esbozo de la búsqueda de contacto con los guías profundos.

Por ahí leí que los globos no explotan, que nadie los atropella y que cuando escapan, se vuelven estrellas. Es como las esperanzas, como los sueños, como los mejores deseos, como la ternura, la solidaridad y lo mejor del ser humano.