La artemia que era un mono

En tono doctoral uno diría que la Artemia Salina es un crustáceo branquiópodo del orden anostráceos que vive en aguas salobres oceánicas una de cuyas sub-especies es la Artemia Nyos Híbrida.

Y agregaría que fue descubierta en el siglo XVIII y que existen hace más de 100 millones de años.

Pero todo eso poco importa a no ser que uno sea un biólogo o tenga que empezar a escribir sobre algo que allá, a mediados de 1970, cuando el mundo era Vietnam, los hippies y el Festival de Woodstock, algunos jovenzuelos que éramos bastante tontos (como ahora pero más jóvenes) caímos en las redes del invento de un yanqui iluminado al que se le ocurrió que no había nada mejor que inducirnos a comprar una mascota

¿Un gatito? ¿Un pez dorado? ¿Una tortuga? No. Nada de eso, una mascota instantánea, nada más y nada menos que la Artemia esa a la que llamaban Sea Monkeys.

Aunque sea difícil de creer, el pseudo-bicho venía en un sobrecito y en realidad no era uno, se suponía que eran tres o cuatro y todo el pack incluía una cucharita y las instrucciones básicas para jugar a ser el Doctor Frankenstein. Explicaciones sencillas a decir verdad, de esas que uno sigue al pie de la letra y que están escritas de tal modo que si algo sale mal, la culpa es nuestra.

  1. tome el sobre número uno con el preparador del agua
  2. tome el sobre número dos con los los huevecitos del plancton
  3. tome el sobre número tres con el alimento
  4. mézclelos adecuadamente

en poco tiempo gozará de las mascotas más inteligentes que haya visto
se venden accesorios en packs separados
no deje de comprar el increíble parque de diversiones!

Y claro, cualquiera con dos dedos de frente hubiera pensado, de este polvito no pueden salir monos marinos pero, hay que recordar que en aquellos tiempos, el pelo largo nos tapaba la frente y uno estaba inmerso en ese frenesí de la sociedad de consumo que se había abierto para que los jóvenes compráramos TODO.

Y ahí estábamos, horas y horas frente al tarro con agua, esperando que en un instantes saltara la mona Chita.

Con suerte, a las 24 horas aparecían unos minúsculos puntos que uno no sabía si era mugre o el mono listo para eclosionar pero, paciencia ... tal vez, alguno de los bichos crecía hasta unos dos centímetros y se dedicaba a flotar indolente, sin prestar atención al parque de diversiones ni jugar con la pista de Derby ni mirarnos a la cara.

El final era el lógico. O el agua se pudría y venía alguien y tiraba el menjunje por el inodoro, o lo hacíamos nosotros, acordándonos del inventor y de su santa madre que seguramente pasaba sus días de jubilada en Miami, a costa de todo el dinero que tan generosamente le habíamos regalado.

Y si ud, estimado lector, se cree libre de semejante engaño, recuerde que aún hoy siguen sueltos y que nadie está a salvo: sea-monkeys.com