Introducción
Es más fácil ponerse a escribir sobre una hoja en blanco que desde un teclado porque si no se nos ocurre nada, uno comienza a garabatear cosas, hacer dibujitos, tachar y llegado el caso, se hace un bollo y se tirar al cesto de basura.
Frente a una pantalla y un teclado ¿qué puede hacerse más que mirarlo y mirarlo? Claro, queda la última instancia que es click en la crucecita y decir NO, no quiero guardar nada si es que tuvimos la inspiración de escribir un par de palabras que no tendrán destinatario. SI, estoy seguro, no insista.
La web nos ha echo creer que debemos escribir para que alguien lea; es decir, la web nos ha echo creer que DEBEMOS ser escuchados; nuestro ego agradece pero la cruda realidad es que tal cosa es tan falsa como que la luna es de queso ¿Hace falta un destinatario? ¿Acaso la vida no era más fácil cuando sólo amagábamos escribir cartas que nunca escribíamos y podíamos echarle la culpa al correo porque nunca llegaban?
Escribir acá es sólo una forma de describirse, de reafirmar algo ante este espejo cibernético porque las palabras escritas no son otra cosa que uno mismo; malas, buenas, mediocres, inteligentes, superfluas, intrascendentes. Al final de cuentas, escribir en la web es hablar con letras de molde y mejor caligrafía pero nada más. Por puro placer de compartir algo con quien sabe quien o con nadie.
Como uno es un ser huraño, en cuanto aparecen las obligaciones tiende a escaparse.
Yo prefiero los rincones oscuros porque mientras sigamos contando cosas en lugar de venderlas; mientras haya más preguntas que respuestas; mientras conservemos algo de nuestra capacidad de asombro y seamos conscientes que nuestra ignorancia es infinita, alguna esperanza queda y maldito será el día en que se nos ocurra decir basta.
Entonces, recomencemos en silencio ...