Esperando

Norte. Este. Sur. Oeste. Norte. Oeste. Sur. Este. Y otra vez más. Sur. Oeste. Norte. Pensar. Y otra vez más, pero para el otro lado. Sur, y se saltea una. Y más lento. Mucho más lento. Y al final quedarse quieto otra vez. En cualquier parte, total, se detenga donde se detenga, podía seguir viendo aquellas dos puertas y le bastaba girar completamente para ver las otras dos.

Norte, sur, este, oeste. Así las llama pero realmente ya no recuerda cuál es cuál. El cuarto es exactamente igual en todos sus lados y las puertas no se diferencian en absoluto. Ha perdido el sentido de la orientación así que llamarlas norte, sur, este y oeste es sólo una manera de definirlas, de explicarse que son cuatro puertas y no una sola.

Ya ha pasado mucho tiempo desde que las puertas se abrieron. Sabe que debe optar por una pero no se decide. ¿A dónde conducen? ¿Qué habrá detrás de ellas? ¿Con qué se encontrará cuando franquee alguno de aquellos umbrales?. De eso depende todo, su elección es definitiva, sabe que es una decisión crucial y por eso se demora ¿O acaso puede darse el lujo de equivocarse?

En algún momento, cuando estaban cerradas, ese tipo de especulación le parecía algo muy lejano, muy teórico. Entonces, si bien no era feliz, no tenía esas preocupaciones, se limitaba a esperar que alguna se abriera, esa era su meta, su razón de existir, eso era la vida, la esperanza de cruzar y nada más, sin importar cuál, sin importar el futuro. Al fin de cuentas, cualquier futuro sería mejor que aquella espera agónica.

Y un día se abrieron y la sorpresa lo inundó y lo dejó pasmado. Tal vez había llegado a sospechar que su destino era solo la espera y la resignación. Pero de pronto las cuatro puertas se abrieron y no terminaba de entender si la todo había terminado o recién empezaba.

No se había abierto una puerta, se habían abierto las cuatro.

Decidir, pensar, norte, sur, este, oeste, ¿y ahora qué?.

Se acercó a una y casi con miedo miró a través de ella. No se veía nada. Se frotó los ojos y espió a través de otra. Tampoco se veía nada. Repitió todo con las otras dos. Inútil, claro. Ningún signo le indicaba cuál era la que debía cruzar. Se alejó un poco y se paró en el centro de la habitación. Se irguió sobre si mismo y decidió que aquella era el norte, girando hacia la derecha tenía el este, el sur el oeste y nuevamente el norte.

Esperaba que en algún momento alguna señal le indicara el camino, pero no había señales y el tiempo pasaba inexorable. El azar era una solución, sin embargo, se negaba a dejar su futuro librado a la suerte.

De pronto, una le pareció más ancha que las otras. Era una señal. Se acercó, la midió contando los pasos y la comparó con las otras. No podía asegurarlo por completo pero no, no era cierto, todo no era más que una ilusión óptica, eran tan iguales como siempre, tan exactamente iguales como lo habían sido desde el comienzo.

Pero claro, se golpeó la cabeza con la palma abierta, esa era la señal, algo etéreo, algo intangible, apenas una sensación. Se dio vuelta y miró otra vez. Ya no se acordaba cuál era la que le había llamado la atención. Giró y giró esforzándose por vislumbrar lo que antes había sido tan evidente. Imposible. Había perdido la oportunidad.

Se desesperó, quiso gritar pero le pareció un rasgo de debilidad. Al final se resignó a esperar otra señal. Debían darle otra oportunidad, no podían dejarlo allí indefinidamente.

Norte, este, sur, oeste. Las cartas estaban echadas. Volver a girar. Norte, este, sur, oeste, norte, oeste, norte, oeste, sur. Sin ritmo, sin esperanzas.

Inevitablemente, las puertas terminaron por cerrarse.

Lo sabía. Lo esperaba. Aquel dilema no podía ser eterno. Lo había previsto y, quizás, lo había buscado. Ahora sólo le quedaba volver a lo que siempre había sido, a lo único que sabía hacer, esperar y esperar sin miedos y sin enigmas.

Pero apenas se había acomodado otra vez en medio del cuarto, las puertas desaparecieron y frente a él quedaron las cuatro paredes desnudas de la habitación. Y las paredes avanzaban lenta, muy lentamente mientras él las observaba y giraba sobre si mismo. Norte, este, sur, este, norte, oeste, hasta el fin.