Una explicación como cualquier otra

Quisiera explicarlo de otra manera pero no sé cómo. El hombre apenas me rozó pero enseguida sentí su rechazo, ese salto hacia el costado, ese impulso incontrolable de apartarse, de evitarme, aún a riesgo de tropezar tal y como lo hizo, golpeándose contra la pared para luego alejarse entre maldiciones y casi inaudibles quejidos. Lo cuento pero, no puedo explicarlo.

Debo ser justo, no me sorprende. Sé que puedo llegar a provocar esa clase de espanto y de repulsión, pero, aún así, acostumbrado como estoy, no deja de ser algo que duele. Dolor. Esa palabra podría ser nueva, no recuerdo haberla necesitado antes, pero me suena correcta, perfecta para definir esto. Dolor es esto. Es sentir esto. Dolor es ese hombre trastabillando. Es su mirada de furia más contra si mismo que contra mi. Dolor es esto.

Pero no todo es dolor. También pueden existir otras cosas. Por ejemplo eso que debe ser placer. Extenderse sensualmente hacia un lado y hacia el otro, dejarse ir por las ranuras de las baldosas. Fluir en hilos rectilíneos hacia el allá, hacia el afuera, hasta decantar gota a gota en la calle y el adiós de las alcantarillas, aún cuando eso signifique ir desapareciendo poco a poco.

Dolor y placer. Sentimientos que puedo ver con claridad ahora. Poder definirlos me hace más poderoso, más fuerte, me permite seguridad, orden, limpieza. Es absurdo, lo sé, pero también es natural.

Dolor, placer, palabras novedosas, palabras solamente. Y otra palabra, aburrimiento. Esas largas horas en las que sólo queda dejarse mecer por el viento u observar a la gente que pasea indiferente, golpeándome, sacudiéndome con sus ritmos febriles y obsesivos. Hombres y mujeres ensimismados en sus propias vidas sin tiempo para mi, sin tiempo para nada más que el persistente tictac del reloj.

Todo es así. Ahora lo sé, pero saberlo no significa nada. Antes, tal vez si, pero he madurado y puedo verlo con más claridad. Todo no es más que una infinita mezcla de sensaciones inasibles, siempre iguales pero siempre distintos. También es cierto que haber llegado a esta conclusión ya me resulta inútil. ¡Si lo hubiera sabido antes! ¡Cuánto tiempo de sufrimientos hubiera podido ahorrar! ¡Qué feliz hubiera sido! ¡Cómo me hubiera ayudado a soportar tanto tedio, tanta angustia, tanto placer!

¿Sabrán ellos esto que yo sé? Me refiero a la gente y me refiero a mis semejantes. A todos aquellos que se esparcen a mi alrededor, a aquellos que tienden sus finos tentáculos para rozarme. Aquellos que alguna vez fueron otros y ahora son parte de mi o yo parte de ellos. Me refiero a todos ellos. Hablo por ellos, por los que ya saben y por los que aún lo ignoran.

Somos eso que siento y eso que ya sé, que el destino de todo charco es ir muriendo en el chapoteo de cualquier chico, o deshacerse imperceptiblemente en el giro soñoliento de las ruedas de una bicicleta.