Y fue todo rosa, mamá

Digamos que fue casi al mismo tiempo. Como un timbre. Apretar. Cerrar los ojos ¡Ring! Y todo fue rosa, mamá.

Era un flamenco hermoso, las patas, como alfileres adornados por brillantes perlas de agua, las plumas volando asustadas, el cuello cimbreante y ágil, el pico corvo abriéndose y cerrándose lentamente.

Y claro que fue todo rosa, mamá. Primero se lo imaginó y fue como cerrar los ojos con fuerza y dolor en las pestañas. Después, al abrirlos, fue todo el mundo rosa, mamá. Rosa, de todas formas rosa, mamá.

Un árbol. Un banco. Un elefante rosa, mamá. Caminó retrocediendo un par de pasos, alejándose lo suficiente como para ver bien. Aclarándose la vista. Aclarándola, mamá. Sí, rosa, mamá, todo rosa, mamá.

Sí, nena, sí. Mirá el león, nena. Rosa, mamá. Y el simpático monito. Rosa, claro que rosa, mamá.

Rosa aunque tal vez parezca desvanecerse levemente. Rosa. Absolutamente rosa. Se sentó pensativa. Mamá, ¿qué les pasas a los nenes cuando ven todo color rosa? Mirá qué lindo el pingüino, nena. Sí, mamá, pero rosa.

Dejá esa rama y vení a sentarte acá. Y la rama cayó al suelo. No, mamá, no quiero galletitas, no quiero comer nada; no, mamá, no tengo hambre. Entonces, vamos a la calesita.

Y fueron ¿Me subo al caballito, mamá? Para eso te traje. Pero rosa, mamá. Digo yo, ¿por qué no la terminás de una buena vez con esa tontería? Sí, mamá. Y se fueron a caminar después de dar varias vueltas. Cielo rosa, mamá.

─ Vamos allá ─ dijo mamá. Un brazo, una mano y algo de resistencia.

─ Mirá el fotógrafo.

La foto, mamá, pero rosa. Y el tipo se metió debajo de esa tela y dijo miren el pajarito. Y apretó algo mientras mamá se ponía derecha. Nena, sonreí, nena. No te metas los dedos en la nariz, nena. Sí, mamá.

Y el tipo dijo listo y metió la foto en un balde. Enseguida está, señora. Vamos, mamá, ahora tengo hambre. Ya va, esperá la foto. Enseguidita está, señora.

Y pagó, y el billete era rosa. Y se fueron con la foto húmeda entre las manos.

─ ¿Salimos bien? ─ preguntó la nena.

─ Sí, claro, muy bonitas y elegantes.

─ ¿A ver?

Y tomó la foto en las manos, y el cielo era azul, y detrás de ellas, una jirafa lucía muy oronda sus manchas marrones en el cuello amarillo, y mamá tenía una pollera roja y alguna que otra nube blanca, manchaba el fondo de los edificios grises.

Le devolvió la foto y miró el cielo azul y cubierto de nubes.

─ ¿No es rosa, mamá?

─ ¿Rosa?

Y algo como una tormenta pasó sobrevolando el mundo, descargando todos los truenos. Y claro, era fácil seguir adelante, mirar aquí y allá con aire de indiferencia, cruzar la entrada y salir a la ciudad; claro que era fácil no recordar, pero algo se había roto, por fin.